jueves, 22 de julio de 2010

La final según otro Pulpo

Es la final del mundial y hemos ido a verla. Como hemos salido pronto del hotel para llegar al Estadio que está lejos, necesitamos ir al aseo. Vemos una farmacia regentada por cinco mujeres orientales. No sabía si su cara de sorpresa era mayor por vernos entrar o por pedirles permiso para entrar a su aseo. En cualquier caso, nos lo conceden,y mientras esperamos el turno para entrar, les oigo susurrar. Sólo llega la frase alborozada de la más joven diciendo:

- ¡Ay!, que razón tenías con lo de “Dios proveerá".

Cuando salimos, y vamos a darles las gracias y despedirnos, se adelanta la que parece ser la jefa y hablando seriamente dice:

-Estamos muy contentas que hayas tenido que deteneros aquí. De otra manera no sé cómo hubiéramos podido contactar con vosotros sin llamar la atención.

Ante nuestras caras de sorpresa, la mujer continuó con su semblante serio para advertirnos:

-No debéis ir al a final. Si es preciso, os impediremos salir.- Mientras ella hablaba, las demás se situaban detrás de ella e interceptaban la salida.

Parece que en esa región ( o planeta, vete tú a saber) había empezado una especie de ataque y que no paraba de morir gente. No se sabía qué era. Una especie de gusanos o tentáculos pertenecientes a un ente mayor, que aparecían en los lugares con mayor aglomeración de gente y dónde más ruido había, y que una vez allí, bueno, no había supervivientes.

Tras semejante declaraciones y por la vehemencia de los gestos de las chicas, consideramos prudente seguir su consejo. Nos reunimos en la cocina, estamos perplejos por la cantidad de muertes que nos están contando y por la poca información que del atacante se tenía.

Estábamos hablando cuando de la campana extractora empiezan a salir los tentáculos. Reptan y se acercan. Sin embargo sólo uno de nosotros lo ve, y está demasiado enfrascado en sus reflexiones, como para hacerles caso. El resto no lo ve, así que no hay gritos ni reacción frente a la entrada de esas vainas que buscan sangre. Parece que no encuentran nada que les lleve a continuar con su ataque y se retiran. La persona que lo ha visto todo, parece reaccionar al poco que los tentáculos se han retirado. Cuenta a sus compañeros lo que ha visto. Los viajeros tampoco son lo que parecen.


- Si no nos han atacado es que tampoco ellos tienen claro qué somos nosotros y por lo tanto qué hacer con nosotros.

Seguidos de estas palabras, cambian de habitación, dejando por un lado los disfraces. Cogen su realidad: la gravedad cambia, y para ellos parece estar orientada hacia el techo. Se deslizan hacia él, y se mueves, estirándose, como desentumeciendo los músculos oxidados por falta de costumbre. Aprovechan también para cambiar de estado. Pasan a ser calamar, humano, nutria, etc. Como si un zapping inquieto en el Discovery Channel.

Hay que comenzar la resistencia contra las hebras. Lo primero es organizar las defensas. Reúnen a la gente en el recinto de las antiguas murallas. Es de noche, y parece que dentro de aquellas piedras antiguas no se ha registrado ningún ataque. Sin embargo el miedo es palpable, porque tampoco se conoce todavía ninguna arma que las dañe.

Una pequeña luz llama la atención entre las tinieblas. Parece una roca se hubiese iluminado suavemente desde dentro , como si una piedra de sal iluminada se tratase. Al recogerla y acercarse a la muralla, la piedra cae y golpea una de los sillares pétreos de la muralla. La roca no se inmuta aparentemente. Sin embargo, parece que al poco, como si de un chichón se tratase, la roca golpeada se empieza a iluminar también. No sé qué relación puede tener, ni si será útil para esta lucha, pero la esperanza corre por mis venas, y me dedico a golpear con la primera piedra el resto de los sillares.

Pronto hay gente que encuentra nuevas rocas de sal, y el proceso de iluminar la muralla está en marcha. No todos los sillares se iluminan, parecen seguir el criterio constructivo de una determinada fase de las defensas, que de tanto rehechas y modificadas no es tan fácil de leer.

Todavía no hay un plan de defensa, pero esta noche hay una nueva esperanza que hace ver la guerra como algo a lograr ganar con el tiempo. Y si los mayores de ahora no dan con la respuestas, los jóvenes o los niños que crezcan entre murallas iluminadas, sitiadas por monstruos sin rostro acabarán por encontrarlas.

jueves, 8 de julio de 2010

Radical Lemon Travels

Viaje con mochilas a un país donde no hablo la lengua,tipo interraíl.

Parece que estamos de visita en el centro, y que a partir de cierto punto sé volver. Estoy en la estación intentándome hacer entender para saber que dirección tomar. A quien pregunto no me hace caso. Consigo que alguien me de un mapa de la zona, que luego resulta ser publicidad. Me monto en el vagón, y empiezo a avanzar. No paro de mirar al paisaje para intentar ver algún edificio reconocible que me sitúe.

A todo esto a dónde quiero ir es al hospital donde está mi familiar ingresado.

Como no me acabo de situar cojo un taxi con mas gente. Nos lleva a una especie de embajada española. Una vez que nos recibe el embajador en la sala de juntas nos dice que las personas del taxi son radicales extremistas, y que como no somos de su religión, nos quieren matar. No me lo creo y abro la puerta, están preparados con espadas e intentan clavarlas. Como la puerta tiene seguro del tipo con cadena para que no se abra del todo, podemos cerrarla.

Intentamos escapar.


No sé cómo, se pasa a otra parte el sueño, donde estoy empleada y me encargo de examinar las reservas que hay en la empresa. Las reservas están en medio de la ciudad, situadas en los pórtico de los edificios, en plan super columnas como las del Partenón. Pero que en vez de ser de piedras, son de cristal, de modo que se ve su contenido, que está dando vueltas como si fuera granizados de limón. Hay patatas fritas, patatas fritas de color rosa, y no se que más. Voy mirándolas y apuntando en mi libreta la cantidad que hay de cada cosa. También apunto la agresión que nos han hecho los radicales y no sé que otras cosas mas en la misma lista. Acabo llamando a mis jefes y dándoles los resultados de la lista.



domingo, 4 de julio de 2010

Espíritu de Muerte


Es de noche, y solo la luna entra a jirones entre las vigas de madera. La cocina industrial está vacía y recogida. Uno de los tablones que cierran al exterior tiembla y gira. Se asoma una cabeza pequeña, de pelo largo y revuelto. Es una pequeña morena de unos ocho años, vestida con camisón largo y blanco. Una vez que coloca la madera en su sitio, se gira y busca su objetivo. Parece que es habitual en la cocina porque pronto lo encuentra. Es una olla metálica, llena de sopa fría que ha sobrado de la cena. La lleva a la encimera y busca una cuchara. Una vez dispuesta y a punto de hundir la cuchara, algo la detiene. Una masa angulosa se desliza desde el techo a un ritmo que contradice la gravedad. Se diría que son sólo codos que salen de una maraña de pelo lacio y enredado pero según caen y se desenredan se encajan de alguna manera para formar el cuepo menudo y fibroso de una mujer. Su cara todavía queda oculta entre los mechones que caen. La niña tiene miedo, y abraza la olla protegiéndola de la desconocida. Los ojos dispersos de la mujer aparecen por primera vez mientras ladea la cabeza. Están fijos en la olla, pero amenazan esquivamente a la niña que se interpone. Los rasgos angulosos brillan ligeramente en matices de blanco perlado en la grisura de la estancia de una manera que no resulta natural. La niña tiene miedo, no sabe que hacer y está paralizada a la espera del siguiente movimiento de la extraña desconocida. ¿quién será esa mujer esquelética que parece haberse materializado del aire, y que no se comporta como ningún adulto, ni ningún niño que conozca? Le recuerda más a un animal, o aun bebe sólo de instintos lleno, sin ética ni razón que lo separe de lo que desea más allá de lo que suponga una amenaza. Seguía quieta mirando a la extraña, hipnotizada cual pollito que ha caído del nido frente a la hermosa serpiente de escamas relucientes. La mujer que permanecía de pié se aproxima de repente a la niña, mientras los harapos que la cubren flotan en un viento inexistente y parecen que sean miles los brazos que se extienden hacía ella, no se sabe si pidiendo la sopa o yendo a por ella. El miedo la paraliza, y no se mueve. El espíritu se agita y enfurece ante la oposición y abre la boca negra en un grito mudo que no suena pero estremece el alma. Algo malo ha sido despertado y la niña no sabe cómo acallarlo.


El espíritu liberado está acompañando ahora a otra persona. La acompaña sin el consentimiento de ella. No sabe por qué la ha elegido pero adivina que es peligrosa y que no debe contrariarla. El problema es la falta de comunicación de aquel ente que no se deja ver ahora, pero que del que adivina retazos desde el rabillo del ojo, y al que siente siempre sobrevolándola. Es a mí a quien sigue, y no puedo más que intentar continuar mi rutina sin provocarla. He de ir al médico para cambiar una cita perdida. Estoy en la cola del mostrador, y hay más gente en la sala. Explico a la administrativa que perdí mi cita por estar atendiendo a un familiar en el hospital y que ahora me corre prisa el conseguir otra. No sé que pasa mientras en la sala, parece existir una trifulca o una impaciencia en el ambiente, y me pongo nerviosa intentando acelerar la petición. Siento que al estar encerrado en una habitación con tanta gente está excitando al espíritu y se vuelve inestable por momentos. Hace demasiado tiempo que está solo y en silencio, tanta gente haciendo actividades, sintiendo, reaccionando la están molestando. La recepcionista muy amable me está diciendo que es imposible darme una cita antes y dejo escapara mi contrariedad, cuando de repente tiemblo al oir a todo el mundo quedarse rígido y gritar. El espíritu ha actuado ante mi reacción como una granada a la que se ha quitado la anilla, y ha se está llevando la vida de todo el que me rodea. Es el Espíritu de la Muerte y sólo reclama lo que le pertenece sin importarle que no sea todavía su tiempo, enojado por perder el tiempo tal vez como reflejo de mis propios sentimientos. La sala se modifica y parece una piscina en la que todas las personas que antes estaban aparecen sumergidas en posición vertical. Me tiro intentando rescatar a alguna pero cuando me acerco a la primera me doy cuenta que ya no son personas y que están muertas, que tienen las facciones deformadas como si una goma de borrar se las hubiese enmascarado, siendo apenas una bolas de carne con meras relieves donde antes hubieron ojos, y una profunda cavidad donde antes hubiese la boca. Cómo si lo único que quedase de ellas es ese grito de profundo de miedo ahogado por siempre, como árboles que claman con sus ramas descarnadas al impávido cielo. Huyo aterrada dándome cuenta que es imposible razonar con el Espíritu.


Tantas muertes no han sido indiferentes y han atraído distinto tipo de reacción. Por un lado la turba de gente con teas que busca quemar en la hoguera al culpable y por otro una especie de grupo interesados en el sujeto al que sigue el Espíritu como si supieran que puede haber más cosas.

Ahora el Espíritu sigue a un hombre joven. Está intentando huir, pero cada vez están más cerca. El miedo ante la la gente enfurecida y enardecida, la rabia de saber que no le creerían si les dijese que no había sido él el que había matado a aquella gente lo acosa y resta sus esperanzas de escapar. Se ve acorralado en una edificación construida sobre pilotes sobre el mar,corredores laberínticops de madera que lo desorientan. Un hombre lo ha encontrado. Sigue paralelo sus pasos, sólo una fina pared de madera los separa. Se escuchan sus respiraciones, mientras se aproximan ambos a la puerta que conecta sus dos pasillos. El Espíritu sonríe mientras mira la escena sobrevolando sobre ellos, ajeno a la existencia de techos o demás elementos sólidos que lo atraviesan como si sólo bruma se tratara. Aprovechándose del terror y la angustia del joven, el Espíritu le instiga a absorber al hombre y eliminar el peligro. Él no quiere e intenta desesperadamente razonar con el hombre, que se muestra envalentonado y sordo a las súplicas del otro. Ya se ven el reflejo de las llamas de la tea que lleva el perseguidor por el vano de la puerta. De repente perseguidor y perseguido se detienen. La mano que lleva la llama tiembla y se agita y, bajo la mirada aterrada de su propietario, prende fuego a su alrededor, para luego caer al agua. El fuego se propaga rápido, pero la posesión parcial ha desaparecido y el hombre se pone a correr intentando escapara de las ávidas llamas que avanzan voraces por aquel esqueleto de madera. El Espíritu no del todo satisfecho por la respuesta del muchacho que califica interiormente de blanda y estúpida por no aprovechar el poder canalizado, se lleva al pobre diablo, dejándolo convertido en la masa informe que grita muda ya muerta.

El chico continúa huyendo pero una vez aceptado el trato no enunciado parece que va cambiando mientras corre, perdiendo a trozos su corporeidad y materia hundiéndose en el suelo, para caer sólido en el siguiente.

El grupo de expertos parece haber seguido todo con unas cámaras de vigilancia, y repasan una y otra vez las imágenes para determinar quién ha provocado el ataque. Pronto determinan las dos acciones, diferenciando al acólito y al Espíritu. Sonríen tranquilos y determinan que el muchacho se está convirtiendo a su vez en otro espíritu, aunque no sepan todavía de qué naturaleza ni qué grado de transformación tiene en ese momento, pero sabiendo que una vez comenzada es imparable. Concluyen también que el Primigenio, incontrolable y peligroso, ha decidido cambiar de sujeto y no se hallaba por la zona en ese momento. Comienzan ahora que les parece segura la búsqueda del chico, enviando a su propia gente.

El joven avanza rápido y cree que ya nadie le sigue cuando de repente delante de él aparecen dos figuras de negro. Son jóvenes y sus pelos son cortos y blancos, despuntados en todas las direcciones. Intenta huir, pero ellas le dicen, que quieren que se una a su grupo y que participe en su asamblea. No les cree y está a punto de girarse para corres, cuando sonriendo empiezan las dos a hundirse en el suelo cómo antes él hiciera, pero controlando ellas visiblemente las velocidad.

“No temas y ven, porque somos como tú. Ven y entenderás más cosas.”


La asamblea ya ha comenzado, y se procede a la presentación del equipo. Un hombre serio preside la concurrencia y va nombrando uno a uno a los participantes señalando sus características. Además de los pocos que son espíritus como él parecen haber un grupo de psíquicos de bajo nivel. Una mujer de éste grupo aprovecha su capacidad de leer el pensamiento para sacar información del joven, y confundirlo hasta lograr que cometa más de una imprudencia. Hay dos personas que parecen tener la capacidad de transformase en anguilas gigantes que pueden electrocutar a cualquiera a su alcance. Las palabras imprudentes del muchacho, provocadas por las Lectora, enzarzan a las dos Anguilas en una pelea. Se transforman en el mismo instante destrozando la meza y tirando a todos los participantes al suelo. Se elevan en el aire mientras se enredan en un torbellino de chispas y mordiscos. El presidente grita y las intentas separar, pero es imposible. Han perdido su capacidad de raciocinio en mitad de la pelea, sólo priman sus instintos. Pero son peligrosas soltando descargas alrededor aunque no sea su objetivo. Se desata el pánico hasta que el presidente interviene matando a una de ellas, la que ya se veía que iba a perder. Y obligando a la otra a volver a su cuerpo de mujer. Las miradas de reproche se dirigen al muchacho, que se disculpa sin saber muy bien dónde ha caído, ni que sucederá a continuación. Se suspende la asamblea.



viernes, 12 de marzo de 2010

Leyendas: de como entre muros amortajados surgen mares de muerte

Fertilizada mi imaginación por la colección de relatos hindúes que estoy leyendo en el libro "Cuentos del Vampiro", mis sueños han gestionado sus propias historias y leyendas.

Voy paseando por lo que parece ser el casco antiguo de una ciudad. Está completamente vacío de gente excepto por dos parejas de turistas que van a unos metro por detrás de mí. Todas las edificaciones que me rodean están cubiertas por telas semitraslúcidas, que dejan adivinar pero no ver, como si estuviesen restaurándolas todas a la vez. El resultado era inquietante, pues parecía una ciudad muerta o encantada, cubierta por un maleficio materializado en ese velo, tejido de tiempo, excreción de araña. El contraste lo ofrecía el cielo de un brillante azul y los turistas haciéndose fotos frente a lo que podía ser la catedral, el ayuntamiento o cualquier otra edificación notable. El aire estaba límpio y no se oía ningún tipo de ruido.
De una de las edificaciones se abría un pasaje, del tamaño de un portal, que dejaba ver un recuadro de verde brillante, que contrastaba con la composición cromática de ocres y grises de los edificios amortajados. Pasando por el pasaje llegué a un jardín del exterior. Mientras caminaba oí la conversación de dos perros. Uno alto, con cuerpo de galgo y pelo largo lacio color corteza de pino que decía
- ¡No me lo puedo creer.!
- Es así. A pesar de lo que aparenta no tiene más que unos meses.-contestaba el otro menor, con el pelo crespo y más corto, color humo y de proporciones más cuadradas.
No sabía lo que se referían así que seguí mi camino.
Aquí comienza la leyenda, que percibo como espectadora.

Frente al ataque que sufría su pueblo, la madre de dos niños los había subido a una barca y los había empujado al río. El río conduce a los hermanos hasta un enfurecido mar. La visión de la tierra no es más que un recuerdo en sus pupilas. El mayor de ambos, de unos cinco años, mira al horizonte y contempla lo que parece ser una tapadera gigante que flota en mitad del océano. La improvisada embarcación se dirige como imantada a aquella señal flotante, de manera que al llegar a su altura, la colisión es inevitable. El choque provoca que se salga de su sitio, convocando la aparición del remolino de agua que contenía. La barquichuela con los niños se encuentra en el centro mismo del remolino que empieza a mostrar su violencia y furia girando y girando. La mar luce empero azul y no hay signos de tormenta en el cielo.
Las historias que su madre les transmitió resuenan en las mentes de los pequeños llenándolos de temor, pues saben que han desatado una de las furias de los demonios que amenazan a su pueblo, y que si bien llegarán vivos y secos al fondo, no será sino para ser torturados luego en cuerpo y alma por los que les esperan en las frías profundidades del océano. Tan grande es su temor que, asustados,imploran y ruegan a la Diosa que los ampara que se apiade de ellos y les mande la muerte.
La Diosa, benigna al parecer, les concede el deseo, y haciendo volcar la madera en contra de la voluntad del remolino, hunde a los hermanos en el agua, que se cierne rápida entre y sobre ellos, como los brazos de la madre que han perdido.
Sólo emergen un puñado de burbujas.

Candy dreams

¡Ah! a veces los sueños son simplemente momentos donde se realizan ciertos deseos que aunque simples y pequeños nos haría mucha ilusión cumplirlos.
Hace dos noches tuve un bonito sueño, y es que me encontraba en una librería vagabundeando por las estanterías mirando por aquí y por allá. Habíamos ido Mavi y yo, porque Mavi buscaba algo en concreto y a mí me encanta pasear entre libros y cotillear si hay algo bueno que llevarme o buscar luego en la biblioteca. Y mientras ella estaba en caja pagando, yo me quedaba rezagada en una estantería donde había visto que tenían varios tomos viejos de la colección de Candy, Candy.
Yo tengo el primero de los tomos donde comienza las tristes y a la vez optimistas aventuras y desventuras de la pecosilla Candy. Y como lo tengo desde niña, lo he releído infinidad de veces... me he reído con Candy y sus travesuras, me enamorado de Anthony, y llorado su muerte, me han encantado los inventos de Stuart, he querido darle una buena lección a los odiosos Neal e Irizza, etc. También me ha quedado cierta aprehensión a las rosas en jarrón, porque cuando se marchitan lo asocio a un presagio de muerte. Tenía algún comic más disperso, pero basado en la serie de televisión y con una calidad de dibujo más bien mediocre, que me informó un poco de como seguía la vida de Candy. Más tarde supe que Mavi tenía el segundo, así que nos lo intercambiamos para leerlos. Y aprovechando la diferencia de edad con mi hermana,cuando ella tendría unos cinco o seis añitos, pudimos ver juntas en un verano todos capítulos de la serie de dibujos, donde las cosas se fueron desarrollando de una manera que nunca pensé y Candy fue haciéndose mujer.
Volviendo al sueño, en él estaban algunos de estos tomos que me faltaban, y se lo comentaba a Mavi por si ella también quería llevarse alguno. Cogía todos los que no tenía y me disponía a comprarlos. La sorpresa vino cuando me puse a hojearlos por dentro, y es que en vez de ser comics, eran libros novelados, sin ningún dibujo. A pesar de la sorpresa, decidía llevármelos y añadir el primero, por lo que de diferente y detallado pudiese haber. Una vez en el mostrador, el vendedor estaba encantado, porque él también era fan de Candy, y por fin había alguien que se llevaba lo que él consideraba un clásico que llevaba mucho tiempo en las baldas cogiendo polvo.
Así que, aunque en sueños, he ido completando más mi pequeña colección de Candy, de la cual admiraba la buena voluntad y limpieza de ánimo tenía, la envidiaba un poquito por los chicos que tenía loquitos por ella. Y por supuesto me compadecía de ella por lo mal que le solían acabar las cosas, al mismo que me animaba con ella contemplado su alegría y optimismo a ir viendo las cosas buenas de la vida y de la gente que la rodeaba.
A esos pequeños héroes de nuestra infancia y adolescencia que nos hicieron desear ser mejores, mi pequeño homenaje. Gracias.

miércoles, 10 de marzo de 2010

viernes, 5 de marzo de 2010

La ópera de sangre

Voy a relatar uno de estos sueños moviditos que tengo, de los que me despierto más cansada de lo que me he acostado.
Mario y Mercedes, dos amigos míos que conozco por ser antiguos monitores de la Ajdb, me llaman a una especie de despacho, donde ambos están sentados en una larga mesa blanca. Me piden que me siente delante de ellos. Para poder entender la situación que viene hay que comentar que cada año en la Asociación se elegía un musical u obra de teatro para representar con los jóvenes de entre 14 y 18 años. Lo curioso es que nosotros tres, excepto un año Mario, no habíamos sido monitores del juvenil, luego no tuvimos que decidir nada respecto a esto.
Bien, lo dicho, me sentaba a la mesa con ellos, y después de unos cuantos circunquiloquios, me expresaban, en tono más parecido al de unos capos de la mafia que a dos monitores, que este año se había decidido representar la misma obra que se iba a estrenar en la ópera ( un edificio grande y magnífico que no existe en Alicante). Pero que para ello era preciso hacerse con la música y libreto. Y que "mi misión" consistía en ver la obra y salir con las partituras, la música y el guión. (Sí, con la idea que tengo yo de música...je.). A todo esto hay que decir que frente a la sensación de mafiosos que daban en el sueño, ambos son personas encantadora y generosas.
En fin, yo en ese momento del sueño me negaba. En primer motivo, porque aún en sueños me veía incapaz de hacerlo, sobre todo el tema de las partituras. Y como segundo motivo porque según parecía uno de los actores que salían en dicha obra era Miguel Frutos, un chico muy alto y simpático, que ahora rondará los 19 años, pero que había pasado por la Asociación cuando tendría 10 años. En mi sueño parece que después de mucho esfuerzo Miguel había conseguido entrar en la compañía y estaba muy nervioso con el próximo estreno.
Como en cualquier compañía de teatro o de danza, parecía que lo que primaba eran los celos, sobretodo cuando el que era el más antiguo se veía retado y apartado por la nueva generación. En este caso parecía que la nueva estrella era Miguel, y que en la compañía el cabecilla del grupo (que más parecían unos pandilleros que unos bailarines) había decidido acabar con la oposición de Miguel.
Así que al final del ensayo general, lo cogen a la salida. Empiezan a correr alrededor suyo, haciendo una parodia de la obra: parece que hay una especie de duelo, donde cae muerto el cabecilla. éste se ríe con locura, mientras se abre el cuello con un cuchillo y arranca algo de su pecho. Le entrega el cuchillo ensangrentado y el trozo viscoso de carne a Miguel que lo mira espantado. Tienen pensado hacerle pasar por el asesino del jefe de la compañía. Tiene el arma homicida en sus manos, está lleno de su sangre, y todos van a presentarse como testigos en contra suya. Por cierto, que de alguna manera el propio cabecilla no ha muerto, sino que se ríe y jalea, anticipándose a la idea de ver a Miguel esposado y condenado.
Miguel no tiene más remedio que huir, pues no ve otra salida. Comienza ahora la carrera. La propia compañía lo busca para alcanzarlo. Ya ha dado el aviso a la policía.
Cambia la situación y parece que la obra se ha estrenado. Estoy a las afueras del edificio, y puedo atisbar retazos del espectáculo por las puertas y ventanas abiertas que hay en el escenario, y porque las bambalinas que hay detrás del escenario están como en terrazas que dan al exterior, donde se puede contemplar el espectáculo de los actores y actrices entrando y saliendo, los bailarines calentando y corriendo para llegar a tiempo, el subir y bajar, para cambiarse de vestuario... Un espectáculo de la propia organización del espectáculo.
Sé que todavía se continúa buscando a Miguel, que procura pasar desapercibido. Por algún motivo que desconozco, una de las bailarinas y también actriz principal, que participó en la traición y búsqueda de Miguel, se ve obligada a ayudarle. Se ven los dos obligados a correr. Parece que ella tiene un truco para correr infatigable, sin parar por horas que pasen. Y tiene que enseñárselo también a él para que no les atrapen.
En un momento dado, los perseguidos llegan a ser media docena, y yo no sé porque también me encuentro entre ellos. La persecución continúa y con ella, la eterna carrera. Llegamos a una obra en construcción y decidimos escondernos en el garaje. Oímos que nuestros perseguidores se acercan. Contenemos la respiración. En ese momento se oyen ruidos de la propia obra. Aparecen unos cinco o seis obreros, con monos de trabajo amarillos y todos con casco. Acaba de terminar su turno y se dirigían de vuelta a casa. Tratamos de escondernos todos detrás de una columna y un recoveco. De alguna manera sabemos que somos proscritos y que si nos ven darán la alarma. Sin embargo no hay manera de escondernos en ese sitio tan estrecho. Lo último que veo son los ojos asustados del jefe de la obra, un buen hombre con arrugas de experiencia en su cara cansada y un bigote cano. Mira con desconfianza la punta del arma que hay en mis manos. Van levantando todos las manos, mientas pongo un dedo en mis labios imponiendo silencio...
Este es el momento en que me despierto


Sobre qué se Come en Sueños


Se suele hablar de comidas soñadas haciendo referencia a aquellos manjares que nos deleitaron con su sabor, que imaginas perfectas pero no probamos en la vida diaria. O en aquellas que por su perfecto orden, cantidad, emplazamiento y compañías no dudarías en disfrutar. En cualquier caso sublimas los sentidos del gusto , la vista , el olfato y, por qué no, del tacto en esos oníricos platos.
Sin embargo muchas veces, las realidades de nuestro sueño muestras efectos que se asemejan más a los manjares que prueba Alicia en Wonderland.
Viene a colación a una serie de elementos que he soñado en diferentes días, que sin no ser cada uno más que un aderezo en la crónica general del sueño, son sin embargo lo que traen el absurdo al mismo. Y como con el de hoy ya suman al menos tres, y con esta cifra comienza la multitud, empezaré a numerarlos, antes que se agolpen y me sea imposible recordarlos.
Pueden acogerse a estas recetas futuros relevistas del Bulli, dado que parece que éste ahora cierra/se convierte en fundación/vaya a saber usted qué. Puedo asegurarles que algunas de las anécdotas culinarias que se detallarán dejarían a la cocina con hidrógeno líquido de Adrià, francamente helada.
- Gatitos: sí, cual una seguidora cualquiera de V, me dediqué en un sueño a comer gatitos. Uno o dos, no se piensen... Eso sí, muy bien presentados, porque la comida, ya saben, entra por los ojos. Así que los gatitos vivos venían en paquetitos pequeños, como si fueran bombones. La caja media constaba de media docena: Seis gatitos de colores diversos, de un tamaño bastante improbables (unos 5cm de longitud), y que sin embargo se encontraban con la expresividad y movilidad de un gatito de tres meses. En el sueño me ofrecían con total naturalidad una cajita de éstos. Elegía con desgana uno atigrado y me lo comía vivito y coleando. No sé a qué sabía, pero no parecía extrañarme ni que estuviera vivo al comérmelo,ni que ni siquiera lo "pelase" antes. En fin, dejemos estos escabrosos detalles.
-Sopa de perro: elegí un momento bastante funesto en soñar ésto, pues hacía bien poco que se había muerto mi perro Puck, un precioso y avispado caniche canela. Ahora tenemos dos pequeños cachorros casi negros, mezcla de caniche y ratonero andaluz y que responden al nombre de Blacki y Jack. A la hora de elaborar la sopa, se parecían más a éstos últimos los ingredientes. Bien, instrucciones para la receta: se coge una olla y se la llena con aproximadamente dos litros de agua. Se pone al fuego y se espera a que comience a hervir. Mientras se coge un cachorro pequeño, de unos dos a tres meses de edad. Se le hace un corte longitudinal que lo divida en dos, desde la cabeza a la cola. Se toman las dos mitades aún sangrantes y casi vivas del perrito y se echan al agua hirviendo. Se deja hervir bien, y luego se sirve caliente. No se si hay que aderezarlo con algo para mejorarlo. En este sueño no probé el resultado. Sólo me limité a seguir la receta. Estoy segura que en más de un país asiático podrán decirle algunas especies, allí no parecerá tan raro mi sueño.
- Pasta y Setas: Vale este parece no ser muy original, pero la presentación también cuenta. Hoy he soñado diversas cosas, pero de entre las que me han llamado la atención ha sido un paseo que dábamos mi madre, mi tía Mercedes (la hermana de mi yaya) y yo. Íbamos por la montaña, y el sendero se vislumbraba lleno de pasta blanca, como si de empanadillas abiertas se tratasen, pero sin estar rellenas. Al principio contaba mi tía, que habían pocas, y que ella las había probado pensando que se habían caído del camión que las transportaba. Parecía que eso era normal. Pero decía que ya hacía una semana que no paraban de aparecer, que parecía más bien que saliesen de la tierra, y que habían empezado a pudrirse y por lo tanto a ser un problema de salud pública. Mientras caminábamos empezaron a aparecer setas. Yo tengo poca idea de setas, me limito a las dos variedades que entran en mi casa: una es el champiñón, fácilmente reconocible, y la otra es una seta de color arenoso, con "copa" plana, y que tiene en su envés como las hojas de un libro, ni idea del nombre, pero os cuelgo una foto. En fin de éste segundo tipo eran mis setas, pero en vez de crecer como toda buena seta debe, como una sombrilla de playa que se abre, éstas crecían al revés, con todas las "páginas" hacia arriba. Y su tamaño era más parecido al de un helecho de la época de los dinosaurios, de manera que casi cabías de pie en cada una de ellas. Le pregunté a mi madre si quería unas para hacérselas a la plancha, pero dijo que no le apetecían. Lástima, por el tamaño seguro que en el sueño se habrían convertido en un tipo de planta carnívora que intentaría comernos.



jueves, 4 de marzo de 2010

Aznar, el courier, y el huevo batido

El otro día tuve un sueño que conseguí que no se me olvidara, y como es
bien raro, y además sale Tania, pues resulta bastante apropiado que lo
ponga aquí.

El sueño comienza con Aznar y uno de sus allegados políticos, al que
Aznar dice, visiblemente cabreado, que bueno, que dejará que los courier
de las empresas de mensajería entren en la sede a entregar paquetes,
aunque sean todos una panda de jóvenes izquierdosos y vagos. Hasta
entonces los habían estado dejando en el edificio de al lado, porque
Aznar se negaba a que entraran.

El sueño cambia, y aparezco yo. Estoy en un local pequeño de la calle
Portugal. Con Aznar. El local está oscuro, y parece una peluquería,
aunque yo estoy en un sofá. Lo próximo que ocurre es un courier que
aparece en la puerta con un paquete de buen tamaño. Más que de
mensajero, viene vestido de motorista, y lleva un casco con la visera
cerrada e impenetrable. Al entrar en el local se quita el casco, y es
Tania.

El paquete que trae Tania es una máquina de coser, pero no es para una
entrega sino que viene de una empresa que hace arreglos de ropa a
domicilio. Ni Aznar ni yo sabemos qué es lo que necesita una costura,
pero Tania parece encontrarlo y se dispone a empezar. Las persianas
están todas bajadas; me dirijo a abrirlas cuando Tania percibe la mala
cara que pone Aznar al ver mi propósito, y dice que, de verdad, no hace
falta. Yo las abro igualmente.

Lo último que ocurre en el sueño es que Tania necesita dos huevos
batidos. Cojo un bol, rompo un huevo y lo bato. Rompo el segundo huevo,
y sólo contiene el esqueleto de un pájaro muy pequeño. Yo pongo cara de
susto y Tania me dice que qué me pensaba, que desde luego los huevos
contienen pájaros, y que si me creo que no acabo de batir uno sin darme
cuenta. Miro el bol, y entre el líquido amarillo se ven plumas machacadas.

viernes, 26 de febrero de 2010

Sueños preñados

Esperanza

día y noche

Erasmus de pollo asado

Las circunstancias de los sueños, por más ilógicas o surrealistas que parezcan luego, no quitan la realidad opresiva que generan éstos.
Mientras estuve en Gerona, soñé que para terminar la carrera de arquitectura me restaba una sola asignatura: la asignatura del pollo asado. Y que además para poder realizarla era preciso que me fuera a otro país.¿Brasil, o por lo onírico Brazil? Ahí estaba mi madre convenciéndome de las bondades de salir, animándome a echar el último esfuerzo para terminar la carrera, haciéndome la maleta y llevándome a rastras al aeropuerto donde esperaba un avión con la escalera ya puesta. Y yo a todo esto llorando desconsolada como una niña pequeña, angustiada ante la posibilidad de tener que salir fuera otra vez para una tontería de asignatura. Intentado convencer a mi madre que la podía hacer aquí, en Alicante.
Para quién se lo esté preguntando, la asignatura consistía en comerse un pollo asado... sí, ¿que quieren? los sueños son así.
Dado que parecía que ni mis llanto ni mis súplicas hacían mella en la resolución de mi madre, me escapaba de ella, y empezaba a vagar por la ciudad. Atravesaba manzanas y calles, en su mayoría blancas, hasta que llegaba a una gran avenida, donde el transporte público consistía en una especie de lanzadera hecha por unos rieles, como vías de tranvía, donde se ajustaba una especie de tabla de snowboard, pero mayor. La gente, de uno o a uno, se subía a ella y se tumbaban boca abajo, esperando que la transportara. Iba yo andado paralela a esa especie de vía cuando me cierran el camino dos amigas mías: Raquel y Mavi, que, con distintos motivos y razones, me intentaban convencer para que me fuese a hacer la dichosa asignatura del pollo asado.
Al final, reitero que si algo he aprendido es a decir que no. Y con esa decisión me mantengo impertérrita.
Puff, qué angustía cuando me levanté y lo que se rieron mis padres y mi tía cuando se lo conté.

martes, 26 de enero de 2010

Camino al pasado

Un camino recto se extendía a lo largo de unos cuatro kilómetros. Era de grava blanca y en el centro del mismo se extendían macizos de plantas lilas que lo dividían. El camino nacía de una casa y acababa en un cruce de caminos. Dos niñas de ocho años me precedían y enseñaban el camino. Sus faldas blancas bailaban al ritmo de sus saltos. Yo llevaba una gran regadera azul. Tenía que ir regando las lilas mientras seguíamos a saltitos el camino, en ese ligero andar casi al trote que tienen los niños. El agua se terminó, cuando todavía quedaban un par de tramos que regar.
Una vez en el cruce, a la izquierda se extendía un paisaje que se me antojaba conocido en el sueño. Habían pastos verdes, y colinas onduladas, un bosque oscuro y en el cruce de colinas una visión en escorzo de una casa de tejados inclinados. El cruce de caminos era muy ancho y concurrido. A la derecha, en oposición al paisaje, había apenas un montículo sin vegetación, un erial seco. En el cruce me encuentro con un muchacho rubio. Parece que viene de una convención pues hay mucha más gente con él. Mientras estamos cruzando, una persona entre la multitud empieza a disparar. Todos corremos en línea recta asustados, al erial. Al llegar al montículo nos giramos. El chico que ha disparado se encuentra medio arrollidado apuntándonos.
-¡Quiero que salga!
Grita un nombre que no entiendo, pero que resulta ser el de mi rubio acompañante que también ha sacado un arma y se mueve parapetrado por los cuerpos asustados de las primeras personas, mientras busca ángulos de visión.
-¡Quiero que salga inmediatamente!
Vuelve a gritar, mientras suelta dos disparos: uno impacta a una muchacha. Tiene el pelo largo negro suelto y grita y se agarra el pecho mientras cae. El otro se aloja en la rodilla de un hombre. La multitud se gira y estudia con ojos desencajados por el terror a sus compañeros, mientras repite el nombre que grita el tirador, y buscan entre ellos al que se comporte diferente.
El tirador habla de un abuelo muerto hace tiempo, en la Segunda Guerra Mundial. Un alemán. Un nazi. Echa la culpa de su muerte a mi compañero, que apenas aparenta 25. La imposibilidad del encuentro por la diferencia de fechas, se trasforma en duda al observar su rictus, y la nube que de recuerdo que cruza sus ojos.
-No sabes de lo que hablas. Yo estuve ahí.-Dice con voz calma.
El chico rubio aprovecha en cierta medida el alboroto y dispara a su vez. Alcanza al tirador, pero no lo mata. Se acerca y le quita el arma. No hay ira en su mirada sino lástima por nieto que pretende vengar a un asesino que el pasado a retorcido en su mente como un héroe fruto de su tiempo.

viernes, 22 de enero de 2010

Análisis y Windows.

Me tenía que hacer unos análisis por la mañana, así que por esa parte es lógico que en este sueño tuviese esa misma preocupación. Sin embargo no estaba en mi casa, sino que estaba con mis padres y mi hermana en un hotel en Málaga. Dicho hotel parecía una mezcla de Universidad con grandes espacios y arquitectura monumental, y residencia de estudiantes estructurada en forma de espina de pez, donde al final de cada pasillo, se abría un sala grande, revestida con placas de madera oscura, una especie de sala común, dando cada uno de los laterales a un dormitorio colectivo.
Ya era de día y tratábamos de encontrar el lugar dónde se hacían los análisis. Después de subir y bajar escaleras, dar vueltas en los edificios circundantes, y viendo que se me iba a pasar la cita que era a las 9.30, tratamos de volver a recepción. Por el camino no paro de pasar por zonas de buffet libre, llenas de tartas, creps, bollos, etc. Y dado que debo estar en ayunas, cada paso por esas salas, es una tortura. LLegamos por fin a recepción. Una vez dados los datos, la muchacha dice:
-Aquí me consta que tiene que hacerse los análisis en Valencia.
-¿? Pero es que eso está muy lejos. (Bueno, en concreto muy lejos suponía en mi sueño a tardar entre hora y media y dos horas en llegar andadando, y ya eran las 9.54.)
- Bueno, también me pone que puede ir a sacarse sangre al hospital de Sant Jaume, en Olot, que también tienen su historia.
- Muchas gracias, pero tampoco creo que me dé tiempo físico a llegar. ¿Puede anular la cita, y ya iré en otro momento?Gracias.

En ese mismo hotel pero a otra hora distinta, estamos buscando mi coche. Vamos Mavi y yo por una lado, y mi familia por otro a buscarlo. Mavi me lleva por con su coche yestamos cruzando un paisaje con desmontes hechos para plantar árboles o cultivar arroz. En uno de estos desmontes hay una explanada más grande, embarrada y sin nada plantado. Allí veo que está mi familia, que ha encontrado mi coche. Pero éste está completamente desmontado y todas las placas, tornillos y piezas se hayan diseminadas. Sólo queda en pie la estrcutura y las cuatro ruedas. Me dice mi padre:
- Es que no teníamos la llave. Pero no te preocupes que ya le he reinstalado el Windows.

La primera vez que me morí en sueños.

Tenía unos quince o dieciséis años. Estaba en una calle estrecha, con acera en sólo uno de los lados. En el otro no había más que un muro de piedra de unos dos metros y medio de alto. Estoy en el lado sin acera. Para evitar tener problemas con el tráfico, trato de cruzar al lado de la acera. En ese momento un autobus azul (típico en Alicante para ir a los pueblos de alrededor), se acerca por mi izquierda ocupando toda la calzada y alcanzándome de lleno antes que pueda correr. Como en una película cualquiera, se levanta mi espíritu y ve mi cuerpo roto en el suelo. Me invade la rabia por la de cosas que me quedan sin hacer. En ese momento se me acerca una chica de mi clase, María, y me pregunta:
-Tania, ¿se han roto los plastidecores de colores?
Incluso en la realidad de mi sueño, esto me parece incoherente, y le grito:
- ¡¡No, no se han roto, siguen en mi bolsillo!!

El niño-pez

De alguna manera estaba de vuelta en una especie de instituto. Iba a clase, esta vez con mi hermana, a la que llevo diez años y medio, je. Después de varias clases tocaba "mar/piscina". Entrábamos al agua por una especie de piscina, en la que el nivel del agua iba ascendiendo gracias a una rampa de suave pendiente. Íbamos las dos provistas de gafas y tubos para poder ver el fondo. La piscina dio paso al mar, lleno de algas espesas y multitud de peces. Nos entreteníamos señalándonos mutuamente los distintos peces y disfrutando del agua. La profundidad no era excesiva, pero suficiente para no poder hacer pie. De repente observamos cerca del fondo dos peces manta. La sorpresa inicial cambió pronto a pánico, cuando nos dimos cuenta que se dirigían hacia nosotras. Empezamos a nadar lo más rápido que nos permitía las olas y nuestras fuerzas. Yo iba detrás, y cuando me giré para comprobar la distancia que nos separaba, vi que eran ya cinco las mantas que nos seguían, negras y con unas bocas enormes llenas de dientes más parecidos a los de los tiburones. Conseguimos llegar a la zona de la piscina. Gritábamos para que la media docena de niños que estaban allí nadando salieran del agua. Paloma sale y ayuda a los niños, mientra yo me vuelvo y utilizo las aletas de los pies, para moverlas rápidamente con las manos, como un escudo que genera corrientes y remolinos, e impide que se acerquen. Conseguimos salir todos. Una vez fuera con la adrenalina todavía corriendo por el cuerpo, digo a los niños que aprovechen y miren los colores de las mantas, desde el borde de la piscina. El lomo a la luz se muestra cubierto de colores más brillantes de marrones, verdes y ocres. Un zagal de unos ocho años,moreno y de cuerpo prieto, se deja llevar por el entusiasmo, y pegándose una carrera se lanza al agua antes que pueda evitarlo. Al contacto con el agua se convierte en un pez pequeño, un boquerón o una sardina. La manta más cercana, lo atrapa con la boca, y lo parte en dos. El cuerpo cae al fondo. Pero la manta ha perdido el interés y no se lo come.
En el colegio se busca al niño por todas partes. El director está estableciendo las direcciones con un microfono. La madre, está desesperada. Me obligo a coger el micrófono y explico despacio los acontecimientos. Como prueba de lo dicho, tengo que ir a recoger el cuerpo del niño-pez. De alguna extraña manera, éste se encuentra en lo alto de una torre, formada por pisos sin paredes , de apena un metro cuadrado y con inodoros en cada una de ellas. Utilizo una cuerda para escalar, y David, un vecino, me ayuda en sitios puntuales. Consigo llegar hasta arriba, y cojo el cuerpo del niño-pez. He de buscar la cabecita por la parte de atrás del inodoro. Al final, los encuentro. Me caben en la palma de la mano, pues sigue manteniendo la forma de pececillo.
Me despierto.

Introducción a Los Sueños

La noche me sumerge en otro mundo, con su propia lógica y reglas. Sin saber de dónde sacan esas ideas mi subconsciente, entre ridículas y espeluznantes, divertidas y absurdas, inteligibles y dolorosas, tristes, extrañas...Y lo curioso es que en general las recuerdo con más o menos detalle. Después de contar mis sueños a mi familia y amigos, como capítulos de una novela sin coherencia, y de su insistencia en que los pusiera por escrito, iré poco a poco transcribiendo aquellos más interesante que se me quedaron grabados.
A cualquiera que se quiera entretener con historias diferentes va dedicado.