Voy paseando por lo que parece ser el casco antiguo de una ciudad. Está completamente vacío de gente excepto por dos parejas de turistas que van a unos metro por detrás de mí. Todas las edificaciones que me rodean están cubiertas por telas semitraslúcidas, que dejan adivinar pero no ver, como si estuviesen restaurándolas todas a la vez. El resultado era inquietante, pues parecía una ciudad muerta o encantada, cubierta por un maleficio materializado en ese velo, tejido de tiempo, excreción de araña. El contraste lo ofrecía el cielo de un brillante azul y los turistas haciéndose fotos frente a lo que podía ser la catedral, el ayuntamiento o cualquier otra edificación notable. El aire estaba límpio y no se oía ningún tipo de ruido.
De una de las edificaciones se abría un pasaje, del tamaño de un portal, que dejaba ver un recuadro de verde brillante, que contrastaba con la composición cromática de ocres y grises de los edificios amortajados. Pasando por el pasaje llegué a un jardín del exterior. Mientras caminaba oí la conversación de dos perros. Uno alto, con cuerpo de galgo y pelo largo lacio color corteza de pino que decía
- ¡No me lo puedo creer.!
- Es así. A pesar de lo que aparenta no tiene más que unos meses.-contestaba el otro menor, con el pelo crespo y más corto, color humo y de proporciones más cuadradas.
No sabía lo que se referían así que seguí mi camino.
Aquí comienza la leyenda, que percibo como espectadora.
Frente al ataque que sufría su pueblo, la madre de dos niños los había subido a una barca y los había empujado al río. El río conduce a los hermanos hasta un enfurecido mar. La visión de la tierra no es más que un recuerdo en sus pupilas. El mayor de ambos, de unos cinco años, mira al horizonte y contempla lo que parece ser una tapadera gigante que flota en mitad del océano. La improvisada embarcación se dirige como imantada a aquella señal flotante, de manera que al llegar a su altura, la colisión es inevitable. El choque provoca que se salga de su sitio, convocando la aparición del remolino de agua que contenía. La barquichuela con los niños se encuentra en el centro mismo del remolino que empieza a mostrar su violencia y furia girando y girando. La mar luce empero azul y no hay signos de tormenta en el cielo.
Las historias que su madre les transmitió resuenan en las mentes de los pequeños llenándolos de temor, pues saben que han desatado una de las furias de los demonios que amenazan a su pueblo, y que si bien llegarán vivos y secos al fondo, no será sino para ser torturados luego en cuerpo y alma por los que les esperan en las frías profundidades del océano. Tan grande es su temor que, asustados,imploran y ruegan a la Diosa que los ampara que se apiade de ellos y les mande la muerte.
La Diosa, benigna al parecer, les concede el deseo, y haciendo volcar la madera en contra de la voluntad del remolino, hunde a los hermanos en el agua, que se cierne rápida entre y sobre ellos, como los brazos de la madre que han perdido.
Sólo emergen un puñado de burbujas.