viernes, 22 de enero de 2010

La primera vez que me morí en sueños.

Tenía unos quince o dieciséis años. Estaba en una calle estrecha, con acera en sólo uno de los lados. En el otro no había más que un muro de piedra de unos dos metros y medio de alto. Estoy en el lado sin acera. Para evitar tener problemas con el tráfico, trato de cruzar al lado de la acera. En ese momento un autobus azul (típico en Alicante para ir a los pueblos de alrededor), se acerca por mi izquierda ocupando toda la calzada y alcanzándome de lleno antes que pueda correr. Como en una película cualquiera, se levanta mi espíritu y ve mi cuerpo roto en el suelo. Me invade la rabia por la de cosas que me quedan sin hacer. En ese momento se me acerca una chica de mi clase, María, y me pregunta:
-Tania, ¿se han roto los plastidecores de colores?
Incluso en la realidad de mi sueño, esto me parece incoherente, y le grito:
- ¡¡No, no se han roto, siguen en mi bolsillo!!

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