viernes, 5 de marzo de 2010

La ópera de sangre

Voy a relatar uno de estos sueños moviditos que tengo, de los que me despierto más cansada de lo que me he acostado.
Mario y Mercedes, dos amigos míos que conozco por ser antiguos monitores de la Ajdb, me llaman a una especie de despacho, donde ambos están sentados en una larga mesa blanca. Me piden que me siente delante de ellos. Para poder entender la situación que viene hay que comentar que cada año en la Asociación se elegía un musical u obra de teatro para representar con los jóvenes de entre 14 y 18 años. Lo curioso es que nosotros tres, excepto un año Mario, no habíamos sido monitores del juvenil, luego no tuvimos que decidir nada respecto a esto.
Bien, lo dicho, me sentaba a la mesa con ellos, y después de unos cuantos circunquiloquios, me expresaban, en tono más parecido al de unos capos de la mafia que a dos monitores, que este año se había decidido representar la misma obra que se iba a estrenar en la ópera ( un edificio grande y magnífico que no existe en Alicante). Pero que para ello era preciso hacerse con la música y libreto. Y que "mi misión" consistía en ver la obra y salir con las partituras, la música y el guión. (Sí, con la idea que tengo yo de música...je.). A todo esto hay que decir que frente a la sensación de mafiosos que daban en el sueño, ambos son personas encantadora y generosas.
En fin, yo en ese momento del sueño me negaba. En primer motivo, porque aún en sueños me veía incapaz de hacerlo, sobre todo el tema de las partituras. Y como segundo motivo porque según parecía uno de los actores que salían en dicha obra era Miguel Frutos, un chico muy alto y simpático, que ahora rondará los 19 años, pero que había pasado por la Asociación cuando tendría 10 años. En mi sueño parece que después de mucho esfuerzo Miguel había conseguido entrar en la compañía y estaba muy nervioso con el próximo estreno.
Como en cualquier compañía de teatro o de danza, parecía que lo que primaba eran los celos, sobretodo cuando el que era el más antiguo se veía retado y apartado por la nueva generación. En este caso parecía que la nueva estrella era Miguel, y que en la compañía el cabecilla del grupo (que más parecían unos pandilleros que unos bailarines) había decidido acabar con la oposición de Miguel.
Así que al final del ensayo general, lo cogen a la salida. Empiezan a correr alrededor suyo, haciendo una parodia de la obra: parece que hay una especie de duelo, donde cae muerto el cabecilla. éste se ríe con locura, mientras se abre el cuello con un cuchillo y arranca algo de su pecho. Le entrega el cuchillo ensangrentado y el trozo viscoso de carne a Miguel que lo mira espantado. Tienen pensado hacerle pasar por el asesino del jefe de la compañía. Tiene el arma homicida en sus manos, está lleno de su sangre, y todos van a presentarse como testigos en contra suya. Por cierto, que de alguna manera el propio cabecilla no ha muerto, sino que se ríe y jalea, anticipándose a la idea de ver a Miguel esposado y condenado.
Miguel no tiene más remedio que huir, pues no ve otra salida. Comienza ahora la carrera. La propia compañía lo busca para alcanzarlo. Ya ha dado el aviso a la policía.
Cambia la situación y parece que la obra se ha estrenado. Estoy a las afueras del edificio, y puedo atisbar retazos del espectáculo por las puertas y ventanas abiertas que hay en el escenario, y porque las bambalinas que hay detrás del escenario están como en terrazas que dan al exterior, donde se puede contemplar el espectáculo de los actores y actrices entrando y saliendo, los bailarines calentando y corriendo para llegar a tiempo, el subir y bajar, para cambiarse de vestuario... Un espectáculo de la propia organización del espectáculo.
Sé que todavía se continúa buscando a Miguel, que procura pasar desapercibido. Por algún motivo que desconozco, una de las bailarinas y también actriz principal, que participó en la traición y búsqueda de Miguel, se ve obligada a ayudarle. Se ven los dos obligados a correr. Parece que ella tiene un truco para correr infatigable, sin parar por horas que pasen. Y tiene que enseñárselo también a él para que no les atrapen.
En un momento dado, los perseguidos llegan a ser media docena, y yo no sé porque también me encuentro entre ellos. La persecución continúa y con ella, la eterna carrera. Llegamos a una obra en construcción y decidimos escondernos en el garaje. Oímos que nuestros perseguidores se acercan. Contenemos la respiración. En ese momento se oyen ruidos de la propia obra. Aparecen unos cinco o seis obreros, con monos de trabajo amarillos y todos con casco. Acaba de terminar su turno y se dirigían de vuelta a casa. Tratamos de escondernos todos detrás de una columna y un recoveco. De alguna manera sabemos que somos proscritos y que si nos ven darán la alarma. Sin embargo no hay manera de escondernos en ese sitio tan estrecho. Lo último que veo son los ojos asustados del jefe de la obra, un buen hombre con arrugas de experiencia en su cara cansada y un bigote cano. Mira con desconfianza la punta del arma que hay en mis manos. Van levantando todos las manos, mientas pongo un dedo en mis labios imponiendo silencio...
Este es el momento en que me despierto


2 comentarios:

  1. Heh, me ha encantado lo de "un edificio grande y magnífico que no existe en Alicante". ;-)

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  2. Yo me pase por aqui ole... relatos largos jejeje

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