Es de noche, y solo la luna entra a jirones entre las vigas de madera. La cocina industrial está vacía y recogida. Uno de los tablones que cierran al exterior tiembla y gira. Se asoma una cabeza pequeña, de pelo largo y revuelto. Es una pequeña morena de unos ocho años, vestida con camisón largo y blanco. Una vez que coloca la madera en su sitio, se gira y busca su objetivo. Parece que es habitual en la cocina porque pronto lo encuentra. Es una olla metálica, llena de sopa fría que ha sobrado de la cena. La lleva a la encimera y busca una cuchara. Una vez dispuesta y a punto de hundir la cuchara, algo la detiene. Una masa angulosa se desliza desde el techo a un ritmo que contradice la gravedad. Se diría que son sólo codos que salen de una maraña de pelo lacio y enredado pero según caen y se desenredan se encajan de alguna manera para formar el cuepo menudo y fibroso de una mujer. Su cara todavía queda oculta entre los mechones que caen. La niña tiene miedo, y abraza la olla protegiéndola de la desconocida. Los ojos dispersos de la mujer aparecen por primera vez mientras ladea la cabeza. Están fijos en la olla, pero amenazan esquivamente a la niña que se interpone. Los rasgos angulosos brillan ligeramente en matices de blanco perlado en la grisura de la estancia de una manera que no resulta natural. La niña tiene miedo, no sabe que hacer y está paralizada a la espera del siguiente movimiento de la extraña desconocida. ¿quién será esa mujer esquelética que parece haberse materializado del aire, y que no se comporta como ningún adulto, ni ningún niño que conozca? Le recuerda más a un animal, o aun bebe sólo de instintos lleno, sin ética ni razón que lo separe de lo que desea más allá de lo que suponga una amenaza. Seguía quieta mirando a la extraña, hipnotizada cual pollito que ha caído del nido frente a la hermosa serpiente de escamas relucientes. La mujer que permanecía de pié se aproxima de repente a la niña, mientras los harapos que la cubren flotan en un viento inexistente y parecen que sean miles los brazos que se extienden hacía ella, no se sabe si pidiendo la sopa o yendo a por ella. El miedo la paraliza, y no se mueve. El espíritu se agita y enfurece ante la oposición y abre la boca negra en un grito mudo que no suena pero estremece el alma. Algo malo ha sido despertado y la niña no sabe cómo acallarlo.
El espíritu liberado está acompañando ahora a otra persona. La acompaña sin el consentimiento de ella. No sabe por qué la ha elegido pero adivina que es peligrosa y que no debe contrariarla. El problema es la falta de comunicación de aquel ente que no se deja ver ahora, pero que del que adivina retazos desde el rabillo del ojo, y al que siente siempre sobrevolándola. Es a mí a quien sigue, y no puedo más que intentar continuar mi rutina sin provocarla. He de ir al médico para cambiar una cita perdida. Estoy en la cola del mostrador, y hay más gente en la sala. Explico a la administrativa que perdí mi cita por estar atendiendo a un familiar en el hospital y que ahora me corre prisa el conseguir otra. No sé que pasa mientras en la sala, parece existir una trifulca o una impaciencia en el ambiente, y me pongo nerviosa intentando acelerar la petición. Siento que al estar encerrado en una habitación con tanta gente está excitando al espíritu y se vuelve inestable por momentos. Hace demasiado tiempo que está solo y en silencio, tanta gente haciendo actividades, sintiendo, reaccionando la están molestando. La recepcionista muy amable me está diciendo que es imposible darme una cita antes y dejo escapara mi contrariedad, cuando de repente tiemblo al oir a todo el mundo quedarse rígido y gritar. El espíritu ha actuado ante mi reacción como una granada a la que se ha quitado la anilla, y ha se está llevando la vida de todo el que me rodea. Es el Espíritu de la Muerte y sólo reclama lo que le pertenece sin importarle que no sea todavía su tiempo, enojado por perder el tiempo tal vez como reflejo de mis propios sentimientos. La sala se modifica y parece una piscina en la que todas las personas que antes estaban aparecen sumergidas en posición vertical. Me tiro intentando rescatar a alguna pero cuando me acerco a la primera me doy cuenta que ya no son personas y que están muertas, que tienen las facciones deformadas como si una goma de borrar se las hubiese enmascarado, siendo apenas una bolas de carne con meras relieves donde antes hubieron ojos, y una profunda cavidad donde antes hubiese la boca. Cómo si lo único que quedase de ellas es ese grito de profundo de miedo ahogado por siempre, como árboles que claman con sus ramas descarnadas al impávido cielo. Huyo aterrada dándome cuenta que es imposible razonar con el Espíritu.
Tantas muertes no han sido indiferentes y han atraído distinto tipo de reacción. Por un lado la turba de gente con teas que busca quemar en la hoguera al culpable y por otro una especie de grupo interesados en el sujeto al que sigue el Espíritu como si supieran que puede haber más cosas.
Ahora el Espíritu sigue a un hombre joven. Está intentando huir, pero cada vez están más cerca. El miedo ante la la gente enfurecida y enardecida, la rabia de saber que no le creerían si les dijese que no había sido él el que había matado a aquella gente lo acosa y resta sus esperanzas de escapar. Se ve acorralado en una edificación construida sobre pilotes sobre el mar,corredores laberínticops de madera que lo desorientan. Un hombre lo ha encontrado. Sigue paralelo sus pasos, sólo una fina pared de madera los separa. Se escuchan sus respiraciones, mientras se aproximan ambos a la puerta que conecta sus dos pasillos. El Espíritu sonríe mientras mira la escena sobrevolando sobre ellos, ajeno a la existencia de techos o demás elementos sólidos que lo atraviesan como si sólo bruma se tratara. Aprovechándose del terror y la angustia del joven, el Espíritu le instiga a absorber al hombre y eliminar el peligro. Él no quiere e intenta desesperadamente razonar con el hombre, que se muestra envalentonado y sordo a las súplicas del otro. Ya se ven el reflejo de las llamas de la tea que lleva el perseguidor por el vano de la puerta. De repente perseguidor y perseguido se detienen. La mano que lleva la llama tiembla y se agita y, bajo la mirada aterrada de su propietario, prende fuego a su alrededor, para luego caer al agua. El fuego se propaga rápido, pero la posesión parcial ha desaparecido y el hombre se pone a correr intentando escapara de las ávidas llamas que avanzan voraces por aquel esqueleto de madera. El Espíritu no del todo satisfecho por la respuesta del muchacho que califica interiormente de blanda y estúpida por no aprovechar el poder canalizado, se lleva al pobre diablo, dejándolo convertido en la masa informe que grita muda ya muerta.
El chico continúa huyendo pero una vez aceptado el trato no enunciado parece que va cambiando mientras corre, perdiendo a trozos su corporeidad y materia hundiéndose en el suelo, para caer sólido en el siguiente.
El grupo de expertos parece haber seguido todo con unas cámaras de vigilancia, y repasan una y otra vez las imágenes para determinar quién ha provocado el ataque. Pronto determinan las dos acciones, diferenciando al acólito y al Espíritu. Sonríen tranquilos y determinan que el muchacho se está convirtiendo a su vez en otro espíritu, aunque no sepan todavía de qué naturaleza ni qué grado de transformación tiene en ese momento, pero sabiendo que una vez comenzada es imparable. Concluyen también que el Primigenio, incontrolable y peligroso, ha decidido cambiar de sujeto y no se hallaba por la zona en ese momento. Comienzan ahora que les parece segura la búsqueda del chico, enviando a su propia gente.
El joven avanza rápido y cree que ya nadie le sigue cuando de repente delante de él aparecen dos figuras de negro. Son jóvenes y sus pelos son cortos y blancos, despuntados en todas las direcciones. Intenta huir, pero ellas le dicen, que quieren que se una a su grupo y que participe en su asamblea. No les cree y está a punto de girarse para corres, cuando sonriendo empiezan las dos a hundirse en el suelo cómo antes él hiciera, pero controlando ellas visiblemente las velocidad.
“No temas y ven, porque somos como tú. Ven y entenderás más cosas.”
La asamblea ya ha comenzado, y se procede a la presentación del equipo. Un hombre serio preside la concurrencia y va nombrando uno a uno a los participantes señalando sus características. Además de los pocos que son espíritus como él parecen haber un grupo de psíquicos de bajo nivel. Una mujer de éste grupo aprovecha su capacidad de leer el pensamiento para sacar información del joven, y confundirlo hasta lograr que cometa más de una imprudencia. Hay dos personas que parecen tener la capacidad de transformase en anguilas gigantes que pueden electrocutar a cualquiera a su alcance. Las palabras imprudentes del muchacho, provocadas por las Lectora, enzarzan a las dos Anguilas en una pelea. Se transforman en el mismo instante destrozando la meza y tirando a todos los participantes al suelo. Se elevan en el aire mientras se enredan en un torbellino de chispas y mordiscos. El presidente grita y las intentas separar, pero es imposible. Han perdido su capacidad de raciocinio en mitad de la pelea, sólo priman sus instintos. Pero son peligrosas soltando descargas alrededor aunque no sea su objetivo. Se desata el pánico hasta que el presidente interviene matando a una de ellas, la que ya se veía que iba a perder. Y obligando a la otra a volver a su cuerpo de mujer. Las miradas de reproche se dirigen al muchacho, que se disculpa sin saber muy bien dónde ha caído, ni que sucederá a continuación. Se suspende la asamblea.