martes, 29 de marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

Ritos funerarios

Esta noche he tenido otro sueño macabro-tétrico.

Parece que habían muerto muchas personas en alguna catástrofe, o en alguna de las revueltas por libertan que sacuden últimamente los países árabes, y yo debía conocer a alguno de los familiares porque iba a asistir al funeral. Claro que éste se desarrollaba en otro país con otra cultura y por lo tanto otras costumbres respecto a sus ritos funerarios.

Bien, pues he aquí que la ceremonia consistía en colocar de forma ordenada uno junto a otro los cuerpos amortajados de los muertos, en una especie de bandeja que iba a entrar en un horno/crematorio gigante como si se tratasen de las tostadas que se pasan por una cinta transportadora. Si esto en si ya era espeluznante, la gota que colmaba el vaso era que los supervivientes varones tenían la obligación de honrar a sus familiares muertos permaneciendo orando de rodillas en la misma bandeja dentro del horno, “cociéndose” durante al menos unos veinte minutos. Mientras , todo el mundo lo observaba y lloraba desde sus respectivos asientos, o palcos, porque el lugar era como el interior del Teatro Principal, pero con el horno en el lugar del escenario. Mi papel en la historia era de mera espectadora a la par que tratar de consolar a los hijos de uno de los familiares vivos, intentando convencerles que su papá iba a sobrevivir, dado que el aumento de la temperatura era gradual, y bueno que 240 ºC no eran tanto si sólo eran los últimos minutos. ¡ay, señor, las burradas que se dicen para no preocupar a los niños)

Una vez paso el tiempo establecido salían realmente indemnes los orantes, con algún moratón en las manos que llevaban vendadas y poco más. Y todos íbamos desalojando el lugar bajando por las escaleras y encontrándonos en cada tramo a más gente y a los propios orantes, que eran felicitados por su proeza.

Buff, al menos el sueño me evitó toda la parte olfativa del asunto.

¿Fútbol?

Desde mi adolescencia, y con la excepción de algunos partidos de la Selección Española, prácticamente no he visto partidos de fútbol. O al menos no los he seguido con ningún claro interés por la victoria de ninguno de los contrincantes. Me gusta declararme afutbolística, aunque para ello tenga que inventar el término. Sirva esta pequeña introducción para evitar discusiones estériles sobre la elección y suerte de los personajes que aparecen en el sueño.


Parece ser que por alguna razón que se daba por supuesta en el sueño, se iba a disputar uno de los resultados de los partidos de una manera un tanto diferente. Y es que en vez de la tradicional batalla de sendos equipos de once, iba a celebrarse con una carrera en la que sólo participan dos jugadores. La condición a cumplir era que tenían que correr juntos y de la mano, no pudiéndose soltar o se descalificaban.

Al parecer la afición estaba muy puesta, y yo por mi parte pues no me enteraba muy bien de qué iba la cosa. Entraba con más gente a un bar donde estaban retransmitiendo la carrera, y yo pregunto si al final eran los jugadores del Madrid los que tenían que correr. Me contestaron con aire condescendiente que no, que eran los del Barça. En concreto corrían Messi y Pujol. Fijándome en la pantalla solo pude ver la espalda de ambos, y distinguirlos por la característica melena rizada de Pujol. Como es habitual en la televisión, parece que aún habiendo más participante, los que ocupaban posición privilegiada en el seguimiento de su evolución eran ellos dos. Iban a buen ritmo corriendo, adelantando a varias parejas rivales, pero se observaba que no iban a la par, sino que era patente que Messi tenía que tirar de Pujol que iba casi un cuerpo retrasado de él.

Ésta descompasación que arrastraban se hizo crítica cuando en uno de los adelantamientos de manera que el vínculo que les unía se rompió. Los reporteros exageraban la situación, mientras se veían las caras de risa y diversión que tenían ambos, mientras doblados procuraban retomar el aliento. Parecía que la carrera no era realmente comprometida con la situación en la tabla, sino que era una excepción porque o sobraban o faltaban jugadores. Claro que yo no vi exactamente cómo pasó porque no estaba atenta, y esperando que repitieran la “jugada” para poder ver por mis propios ojos y juzgar así los comentarios, parece que la imagen se lió, y el sueño recurrió a los cauces normales conocidos: aparece el árbitro, los jugadores (de distintos equipos) se lanzan hacía él con gestos histriónicos que pretenden acentuar su versión del asunto y concederle así el crédito de la verdad, el árbitro saca tarjeta amarilla pero no sé a quién, y frente a las iras y comentarios exaltados del público, los jugadores y los comentaristas, pierdo definitivamente la curiosidad y desvío mi atención, acabando así el sueño.